Los beneficios de la consistencia fiscal
Rodrigo Aravena González Economista Jefe – Banco de Chile
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Rodrigo Aravena
Gran parte de este año la discusión ha estado marcada, en Chile y a nivel global, por la caída en el crecimiento económico, lo cual ha dejado espacio para políticas expansivas. En este contexto, debemos ser especialmente cuidadosos en las respuestas, sobre todo en cuanto a evitar la tentación de sobre utilizar el gasto fiscal, lo que podría generar altos costos a largo plazo. En momentos como estos es cuando se debe tener más presente la importancia de la consistencia fiscal, que debe permanecer como objetivo prioritario.
En términos simples, lo anterior requiere que la trayectoria del gasto fiscal permita estabilizar los ratios de deuda en el largo plazo. Si bien la economía chilena no posee niveles elevados, si se requiere ajustar la tendencia creciente que ha presentado la última década y que se aceleró de manera importante entre 2015 y 2018 (y que fue determinante sobre el deterioro de la clasificación crediticia soberana). El buen acceso que tiene Chile a los a los mercados financieros internacionales permite tener menores gastos financieros (y por ende destinar más recursos a gastos en vez de pagos de intereses) y más acceso a liquidez en épocas de crisis, entre otros.
Es decir, una buena clasificación de riesgo, que está íntimamente ligada a la tendencia de la deuda, es fundamental para poder contar con capacidad de respuesta fiscal. Esto es lo que marcó la diferencia, por ejemplo, en la respuesta que tuvo Chile en la crisis subprime.
La caída permanente de ingresos requiere reducir el gasto, no aumentarlo. Si bien un menor crecimiento podría —insisto, “podría”— dar espacio para acelerar el gasto, ello sólo es posible si la desaceleración es transitoria. Y justamente en esto último tenemos dudas, ya que no es descartable que el menor crecimiento tenga componentes estructurales, como la ralentización del comercio internacional y la desaceleración de China. Por eso debemos estar conscientes de que los ingresos estructurales que recibe el gobierno pueden estar aún más presionados en el futuro. Entonces, para lograr la consolidación fiscal hay que pensar cómo seguir reduciendo el crecimiento del gasto, en vez de aumentarlo.
La economía puede mejorar el crecimiento sin aumentar el gasto fiscal. La mayoría de las medidas que pueden impulsar el crecimiento no están relacionadas con la cantidad de recursos que gasta el gobierno, sino más bien con temas de oferta vinculados a la productividad. Algunos de los desafíos incluyen mejoras en los procesos de permisos y licencias en nuevos proyectos de inversión, como también introducir flexibilidad en el mercado laboral. En otras palabras, la discusión debe pasar por promover medidas como las contempladas en la agenda micro presentada por Economía, más que por pedirle al gobierno que gaste más.
Es fundamental recordar, además, que la primera línea de defensa es la política monetaria, que ha sido sumamente activa en ese rol. Más allá del recorte de 100 puntos en la TPM durante el año, hemos visto una positiva reacción de diversos canales de transmisión, como la caída en las tasas de largo plazo y la depreciación del tipo de cambio. La prudencia fiscal sin duda deja más espacio para que la política monetaria pueda ejercer su rol contracíclico.
La reducción del crecimiento del gasto a 3%, como plantea el Presupuesto 2020, resulta consistente con estos puntos. Sin embrago, debemos tener en cuenta que esto sólo constituye un paso más de los tantos que se deben dar en el futuro, ya que la consolidación fiscal sólo se logra con una adecuada consistencia de largo plazo.